El partido aplazado por la intoxicación de los jugadores del Real Murcia el pasado diciembre ha acabado por ser, a la postre, el mejor choque de la temporada. Llegaba un Celta de Vigo invicto en las últimas dieciséis jornadas, por tanto era, hasta la fecha, el rival más complicado al que se iba a enfrentar el equipo de Campos desde que él llegó al banquillo, tiempo en el que el conjunto grana ha conseguido todos los puntos disputados. Por todo esto, el de hoy era, sin duda, un auténtico partidazo.
Y lo ha sido. El Murcia ha acabado ganando 1-0, sí, pero para ser justos el resultado que se antojaba más salomónico era el empate. Aunque el conjunto grana hizo una primera parte para quitarse el sombrero, en la que dominó el partido y pudo haberse ido al descanso con un resultado más holgado, la segunda fue otra historia, y los últimos veinte minutos se hicieron eternos. Parecieron otros noventa, en los que los de Pepe Murcia, guiados por Rosada y Michu en el centro del campo y con el siempre peligroso Iriney en punta, tuvieron a Elía en vilo a base de jugar en campo rival. Pero el Murcia tenía que ganar su punto número doce de 2009, alejarse del descenso y acercarse a la zona tibia de la tabla y al objetivo principal: la permanencia.
Con varios lesionados en su haber, Campos volvió a confiar en el 4-2-3-1 con el serbio Despotovic de delantero centro. Le salió bien, de nuevo, al míster de Mazarrón, bajo cuya mando el Murcia no conoce otra cosa que no sea ganar. Los primeros minutos fueron de dominio visitante, aunque el conjunto grana, bien plantado, evitó cualquier acercamiento peligroso que no fuese a balón parado. Así fue el primer disparo con malas intenciones del Celta: un lanzamiento de falta de Iriney que se fue fuera por poco.
A partir de ahí el Murcia comenzó a carburar y a base de paredes y tiangulaciones volvieron loca a la grada. Eran los premilinares del que sería el más bonito partido en mucho tiempo. Poco a poco se fue calentando, a fuego lento pero con paso firme. Con ternura, los de Campos acariciaban cada balón, se movían con soltura y confianza: se estaba fraguando un clímax que difícilmente se olvidaría en meses venideros. Y no decepcionó. Casi a punto de terminar la primera parte, a punto del coitus interruptus, Bruno enganchaba una volea con la izquierda desde fuera del área y hacía un gol orgásmico tras rebotar el balón en el larguero. El pitido que señalaba el final de los primeros cuarenta y cinco minutos sirvió para que este amante nuestro que es el Murcia recibiera una tremenda ovación de su público, encantado, acalorado, batiendo palmas como si fuera una final de Champions.
Cambio de asistente
El segundo tiempo comenzó con retraso. De repente, y tras asegurarse de que las redes de la portería de Notario estaban correctamente enganchadas a los postes, el asistente de la banda de la tribuna preferente se resentía de una pierna y tenía quer sustituido por el cuarto árbitro, que al final puso de los nervios a equipo y a afición con su permanente levantamiento de bandera.
En fin, que la segunda parte fue otra historia. El Celta de Vigo tenía que echarse arriba y buscar la victoria, por nombre, casta, juego, jugadores y clasificación. El mejor equipo que ha pasado hasta hoy por Nueva Condomina tenía que demostrar que está a la par que su rival. El cansancio de los locales y la presión del rival propició que durante casi media hora (la final), la línea de defensa del Murcia viviese cuatro o cinco metros por delante del área. Así pues los últimos minutos fueron agónicos. Los cambios introdujeron piezas defensivas para el medio del campo del Murcia pero el Celta ya estaba desatado arriba y nada salvo el árbitro podía sofocar esa pasión por batir a Elía.
A pesar de todo eso, el Murcia pudo, incluso, sentenciar. Capdevila tuvo en sus pies un mano a mano frente a Notario a falta de pocos minutos que solventó por dos veces el portero catalán. Luego se le anuló un gol a Iriney por fuera de juego y se le pitó otro a Despotovic inexistente que le dejaba solo contra Notario. Además, Edu Moya acabó expulsado. Ya no quedaba tiempo para más, y a pesar de la insistencia de los vigueses, el resultado no se movió.
15.038 valientes
Miércoles laborable, Copa del Rey en abierto, el partido televisado por 7RM, un frío que haría tiritar a un esquimal... y aun así, más de quince mil personas en Nueva Condomina. Todo un acierto el del club al poner las entradas a mitad de precio y abrir una nueva campaña de abonados para la segunda vuelta.
Así pues, el Murcia conseguía su cuarta victoria consecutiva gracias al gol de Bruno y salía de la pomada del descenso, colocándose a cuatro puntitos del cuarto por la cola y a ocho del ascenso. El próximo sábado, Murcia-Córdoba en Nueva Condomina de nuevo.
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